miércoles, 15 de agosto de 2018

Aprendiendo a volar..


En estas épocas dicen que el amor de pasión y entrega ya no enamora como lo hacía antes. Que lo que enamora realmente es tener los pies bien puestos en la tierra y no perder tu verdadero yo por regalárselo a otra persona. Y si…. hay mucha razón en ello, realmente es mejor volar sin expectativas, volar sabiendo que puedes caer, no entregar el corazón a manos alzada y saber ser dueña de tus propios espacios y tiempos, dejar que este, si se da, no sea un acto de entrega y sacrificio, si no que fluya libremente.

Fluir….fluir…..y nuevamente caer….

¿¿Que es fluir?? Tal vez es creer, tal vez es dejar que esa parte de nosotros que a veces guardamos salga y nos haga flotar un poquito fuera y dentro de nuestro ser, porque empezamos a creer, empezamos a creer que hay alguien que nos quiere de una manera especial, nos ilusiona y nos saca de nosotros volando un rato. Fluir es dejarte llevar, dejar de pensar, darle prioridad al corazón y quitarle un poco de conciencia a la razón (Es por eso que tantas veces uno hace tantas idioteces cuando se deja llevar). Fluir es volar un poco y flotar también, es cegarnos. He ahí la razón de que al estar embriagados de la sustancia que fuera, así sea etérea o alguna emoción hacemos locuras de las que después nos terminamos arrepintiendo. Fluir en sí, es no forzar, simplemente dejar que pase, más que hacer que pase.

El no tener dueño y a la vez tener algo con alguien te somete a cierta incertidumbre, a cierto miedo de estar en la cuerda floja, pero también te da cierta libertad que no te la da una pareja estable, sobre todo en estos tiempos donde el amor romántico sigue siendo patriarcal. ¿Porque no soltarnos las trenzas y confiar en el tiempo, en lo que venga, en el destino quizás, no depender, no someter, que venga quien tenga que llegar y que se vaya quien se tenga que ir? Tal vez vivir el momento, tal vez fluir un poco más sin miedo al mañana.

Muchas veces pensamos, equívocamente, que el verdadero amor radica en la pertenencia y cuanto nos equivocamos, pues nadie es dueño de nadie. El verdadero amor se encuentra en la fe, en creer en uno mismo para poder creer en el otro, en romper las cadenas, en ser libre y en esa libertad encontrar a la otra persona. Y realmente démonos cuenta que esa pertenencia, ese apego, esa dependencia emocional son los verdaderos culpables de nuestros males de amor que después nos dejan vacíos. Porque a veces creemos que el tener una relación con alguien es regalarles nuestra vida, pensamos que no es alguien quien nos complemente si no que enfermamente se vuelve nuestra otra mitad ¿Acaso no nos damos cuenta que de esta manera lo único que estamos haciendo es ahogando una parte del ser que decimos amar? Amar no es restar y restarle vida a esta persona, amar es crecer, dejar ser, ayudar a desarrollarse.

Sin embargo, esto esconde una encrucijada ya que cuando amamos así, a veces nos topamos con personas que aún ven el amor de una forma enfermiza, personas que nos quieren retener con sus inseguridades, y muchas veces al enamorarnos perdemos el juicio y nos dejamos arrasar por este amor enfermizo. ¿Y qué hay de los amores que son como El Perro del Hortelano? ¿Que no comen ni dejan comer? Aquellos amores machistas que en un principio no quieren nada, pero al verte perdida lo quieren todo. Porque por fin se da cuenta que eres bella y vaya que se está cumpliendo el refrán de nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, porque si, alguna vez fuiste suya…cuando pensabas que la forma de amar era una y te das cuenta que no amabas sanamente.

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